La Salvación
Muchas personas creen que la salvación depende de sus obras, de su comportamiento, de su religión, de sus creencias particulares, de lo que hacen o dejan de hacer, pero hay que entender que no depende de la persona el salvarse a si misma o no, sino exclusivamente de Dios, ya que “no depende del que quiere ni del que corre sino de Dios que tiene misericordia” (Romanos 9/16) Jesús había dicho en su momento: “Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero” (Jn. 6/44) y también había dicho claramente “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.”(Jn. 14/6)
Así que del Padre depende que un vaso sea de misericordia, si se da el llamamiento, la redención, la escogencia, la salvación, la adopción, el nuevo nombre.
Rom.9.21. ¿O no tiene potestad el alfarero sobre el barro, para hacer de la misma masa un vaso para honra y otro para deshonra? ¿Y qué, si Dios, queriendo mostrar su ira y hacer notorio su poder, soportó con mucha paciencia los vasos de ira preparados para destrucción, y para hacer notorias las riquezas de su gloria, las mostró para con los vasos de misericordia que él preparó de antemano para gloria, a los cuales también ha llamado, esto es, a nosotros, no sólo de los judíos, sino también de los gentiles?
Así que el que busca la salvación sin entrar por la Puerta que es el Mesías Jesús Señor nuestro, es un ladrón y salteador: Juan 10/1: “De cierto, de cierto os digo: El que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que sube por otra parte, ése es ladrón y salteador.”